YO Y MI PRIMERA NOVIA, MI PRIMERA PUTA Y MI SALIDA DEL ARMARIO FAMILIAR (PROSIGUE CON MI PRIMERA PAJA Y MI PRIMER POLVO)
-¡Lara,
que te casas!
-Ya,
qué te parece.
-Qué
fuerte
-La
gente se casa y monta bodas.
-Ya,
pero las bodas de la gente no me dan igual. La tuya no. Qué ilusión me hace.
-Pues
reserva el día y no me jodas con indecisiones. 11 de junio. Bueno, o 18,
depende del sitio.
-Ay…
-Deja
de hacer el tonto y toma un chupito. Que para eso te invité a casa. Para
celebrarlo contigo.
-Ay…
-¡Deja
de mirarme así! ¿Qué pasa?
-No sé.
-No te
pondrás a llorar…
-Que
no. Es la ilusión.
-Ya.
Mira que cuando te pones sentimental, te pones muy tonto y acabas llorando.
-Qué
no, que no soy así.
-¿Cuándo
me contaste que eras gay no fuiste así?
-Qué.
-Que te
pusiste a llorar.
-Tía, me
estaba abriendo, me asustaba contarlo, no sabía cómo ibas a reaccionar.
-De
ninguna manera.
-Eso lo
sé ahora, bueno, entonces. Pero yo me montaba películas.
-Antes
no contabas nada y ahora me detallas a quién le comiste la polla y dónde se te
corrió.
-Jaja.
Sí, es verdad. Ahora soy un bocazas. Ahora soy superabierto con todo. Ahora ya
lo cuento todo. Ya tengo pocos secretos. Supongo que después de soltar eso ya
todo me parece muy fácil. Los gays vivimos un momento, unos años en los que te
lo callas todo, te lo guardas, te controlas. Cuando ya te liberas, ya no
quieres volver a tener nada secreto que te encierre. Cuando hablas después de
tanto tiempo callado, ya no quieres o no puedes callar…
-Cuando
haces pop ya no hay stop
-Jajaja.
Pues sí. Como las Pringles. Te abres y ya no te cierras. Me parece que ese
silencio anterior hace que los gays luego seamos más abiertos. No sé, no tengo
datos para confirmar esto pero en mi experiencia los gays suelen ser más
abiertos con temas personales.
-Tampoco
te flipes que no estamos en los años 40.
-No,
claro. Siempre ha ido siendo más fácil salir del armario, en tu círculo o al
mundo. Pero en ninguna época ha sido o es fácil contarlo. Todo el mundo es
moderno y a todo el mundo le da igual. Pero nunca sabes cómo reaccionará la
gente. Y siempre te van a mirar etiquetándote. A ti te ven y ven una tía. Ven
una tía follable.
-Gracias,
generoso.
-Ven
una tía graciosa, espabilada, que trabaja en Mercadona. A mí me pueden ver todo
eso… y maricón. Con los prejuicios y con los estereotipos. Ya dan por hecho que
me gusta eurovisión y no el fútbol, que sé cómo combinan los colores y no jugar
al Mortal Kombat. O que me pueden gustar todos los tíos por serlo.
-Eso último
es verdad.
-Casi
verdad.
-Toma
otro chupito. Por los polvos perdidos.
-¿Por
qué tengo yo que explicarle al mundo que me gustan los chicos? Mi hermLara no
lo hace. Yo a mi hermLara se lo dije y desde entonces bromea con que me va a
matar uno de grinder, me lo advierte siempre que me ve con el móvil en la mano.
-Te
conoce.
-A mi
madre se lo dije y no se volvió a hablar del tema. Fue algo incómodo. No es
homófoba ni nada de eso. Pero es incómodo. Hablar de sexo o de novios con los
padres ya es incómodo si eres hetero, supongo…
-Lo es.
-…Imagina
como homosexual. Agradezco que ignore el asunto. Mi madre el único comentario
que me hace sobre eso es en las fiestas. Cuando voy a Cáceres por Navidades o
SemLara Santa o verano, me acorrala cuando estamos solos y me interroga sobre
si no estoy con nadie, si no me gusta nadie, que le da igual si chico o chica,
que ya debería estar con alguien…
-¿Y tu
padre?
-A mi
padre yo nunca le reconocí nada. Pero debe saberlo. Por mi madre, digo yo.
Porque siempre me preguntaba si no tenía novia y si no me sacaba el carné de
conducir y de un día para otro no volvió a preguntar ni si tenía novia ni si me
sacaba el carné.
-Pues
el carné te lo sacaste. Igual espera la sorpresa de la novia.
-No
creo.
-¿Y por
qué tardaste más en contárselo a los de la pandilla?
-¿A los
tíos? ¿A Miguel, Antonio, Antolín, Iker y estos?
-Sí.
-Pensaba
que se rayarían, que se volverían raros conmigo, que me evitarían en las
fiestas. O que ya no querrían ir de vacaciones conmigo. Que dormíamos en la
misma cama, que nos bañábamos desnudos en la playa, que nos cambiábamos juntos.
Me daba miedo de que ya no querrían hacer eso conmigo. Por miedo, por no querer
que pensarán que por ir conmigo ellos eran maricas. Yo qué sé. Era un
batiburrillo. Y además, que vivía en Cáceres. Pensaba que se lo contarían a
todos y que todos cuchichearían de mí. A mí me da igual lo que piensen. Pero no
ser la comidilla, el comodín que sacan cuando se les agotan las conversaciones.
-Bah,
yo no he hablado con ellos de esto, pero lo sabrían ya. O lo intuirían. Después
de lo de Carolina
-Pobre
Carolina. Qué Horrible.
-¿Chupito?
-Sí.
Qué vergüenza.
-Bebe.
-Qué
horrible todo.
-Sí.
-¡Pero
dí que no, quita hierro al asunto!
-No.
Para Carolina fue humillante.
-Ya, la
dejé sola, tirada, allí en su casa, pero qué podía hacer. A ver, no éramos
novios ni nada, pero había como un tonteo. Y yo le dije de ir al cine. Y fuimos
a ver ‘V de vendetta’. Que yo creo que a ella no le interesaba. A ella le
interesaba yo. Y en el cine estuvo muy mimosa y cariñosa, no me dejó ver la
película tranquilo: vamos, que me besaba y eso, y yo le correspondía. Y cuando
salimos me pidió que la acompañara a su casa. Que vivía por los Castellanos, a
las afueras de Cáceres, a tomar por culo. Y me cogió la mano por el camino. Y
yo no se la solté. Y llegamos a su casa, un chalet adosado. Y me pide que entre
y estamos un rato en el Messenger. No sé. Le dije que sí. Entro y estaba el
padre, que me miro mal. Pero bueno. Subo a su cuarto. Y me siento en la cama. Y
ya ahí, se me acurruca al lado y empieza
a besarme y a acariciarme por la entrepierna. Que yo pensé: Joder con Carolina,
qué rapida y directa. Que teníamos 16 o 17 años. Y me pasa la mano por el
pecho. Y recuerdo que me comentó que mi corazón latía muy fuerte, que golpeaba
muy fuerte. Ella pensaría que porque estaba cachondo, pero era porque me
encontraba nervioso total. Y en eso que su mano entra. Nada de por encima. Que
fue a agarrar la polla. Pero no había nada ahí. Muerto, mustio. No se
levantaba. Le pregunté por el baño y me fui allí para masturbarme. Para
intentar como ponérmela dura. Pero no funcionaba. No funcionaba nada. Era la
confirmación de mi pesadilla: era gay. Y con una tía maja y que estaba buena al
lado.
-Era
guapa Carolina, sí. Lo es, vamos. Que yo la veo y está estupenda.
-Salí
del baño, y sin volver al dormitorio, bajé decidido a irme. Yo quería salir de
allí ya y quería estar en mi casa ya. Y al bajar me encuentro al padre. Y como
no quería tardar tres cuartos de hora en llegar ni que Carolina me alcanzara y
que me montara el pollo o su enfado o lo que fuera, le pedí al padre que me
llevara a casa, que me sentía muy mal del estómago y que si me podía llevar a casa.
El padre me miró más raro todavía que cuando entré, pero cogió las llaves y me acercó.
El padre solo estaba preocupada ñeque no le manchara la tapicería: “Si vas a
vomitar, avisa y paro. No irás a vomitar, ¿verdad?”, me repetía. Se saltó
semáforos para llevarme deprisa y librarse de que le potara.
-Chupito
por el padre.
-En 10
minutos estaba en mi casa llorando en mi cama. Un desastre. Rezando para que no
fuera gay, para ser normal.
-Pero
tú no eres religioso.
-No.
Pero rezaba. Me parecía que mi vida resultaría complicada, difícil. Ahora todo
se ha normalizado, puede que entonces todo fuera ya normal. Pero no lo era para
mí. Y yo pedía a Dios que se me
empalmara con Carolina, y me entre en Pornhub para ver porno y comprobar si me
ponía dura y nada: no se ponía tiesa. Y pensaba que para quién me había
comprado la chaqueta de ante, las vans, que para qué la colonia, la de Massimo
Dutti, que para quién me iba a arreglar, preparar, que cómo iba a entrarle un
tío, que qué tío me iba a entrar a mí, que dónde se encontraba novio con 15
años siendo gay en Cáceres. Porque yo no conocía a ninguno. O ninguno ‘normal’.
Para mí todos eran ‘anormales’, no eran como yo. Todos los que tenía
identificados en el instituto o donde fuera, tenían mucha pluma. Y mis amigos
se reían de uno de ellos. Uno que de hecho me caía mal. Y yo no quería que me
identificaran con él, que me vincularan a él.
-¿Iván,
no?
-Sí.
-¿Y no
hablaste con Carolina después de aquello?
-Nunca.
Nunca me disculpé, nunca le expliqué, y ella nunca me buscó para reprocharme
nada o darme dos hostias. Nunca. Y nunca volvimos a hablar prácticamente. Ni
juntarnos o juntarnos cerca. Nos evitábamos.
-Ella
no contaba nada. Ya te lo dije alguna vez. Solo que habías subido a su cuarto y
que os disteis cuenta que no había ‘feeling’. Vanesa le picaba, se reía con que
la tendrías pequeña y que a ella le gustaban largas y gordas. Porque ella
estuvo unos meses con Sergio. Y Sergio la tiene larga como un vaso de cubata y gorda
como una lata de cerveza, que yo me acosté con él.
-Pues
una cosa así por mi culo no entra, que no quiero que me lo destroce.
-¿Te
dijeron algo los chicos por lo de Carolina? ¿Te preguntaron?
-No les
deje. Nunca. Cada vez que salía el tema de Carolina o de aquella noche, me
ponía supernervioso y escapaba. Huía. A donde fuera. Me buscaba excusas. Recuerdo
un día que hice eso, que estábamos en un bar y que salió el nombre de Carolina
y que me largué a la barra corriendo a pedir otra ronda. Pero me dio tiempo a escuchar
como bajaban la voz y decían: “Creéis que José es gay o algo porque cada vez
que hablamos de chicas y tal se pone todo rojo y se calla”.
-Jajaja.
Nosotras pensábamos que eras de los que les dan miedo las tías, o que eras un
soso. También por lo de la prima de Almudena.
-¿Cómo?
-¿No te
acuerdas?
-No
caigo ahora.
-En la
Sala Capitol. El fin de semLara después del viaje de fin de curso a Mallorca. Estuviste hablando
toda la noche con una prima de Almudena. Estuviste muy simpático. Y estabas muy
guapo, con esa camiseta vaquera que tenías.
-La
vaquera… mi madre la odiaba. Que si me creía salido de una película del oeste.
Me llamaba el ‘cowboy’ cuando me la ponía.
-Pues
le gustaste a la prima de Almudena, que no sé cómo se llamaba. Belén o Inés o
Esther o algo así. Da igual. Y Almudena se acercó a ti un momento que la prima
fue al baño. Vamos, no se estaba meando ni nada: desapareció un momento para
que la otra te avisara de que le gustabas y de que te lanzaras. Te dijo que
podías besarla si querías. Estaba yo delante.
-Ya me
acuerdo…
-Y la prima
llegó y tú todo decidido la besaste: en las mejillas.
-¡Dios,
sí!
-La tía
no sabía si te estabas quedando con ella, si estabas borracho o eras
gilipollas. Y se largó. Y se enrolló con Antonio. Algo tartamudo, menos guapo,
pero más espabilado.
-Yo iba
algo trompa.
-Ya,
ya: ibas trompa y que eras y eres maricón.
-Eso
fue antes de lo de Carolina. Después de lo de Carolina decidí no volver a
intentarlo con ninguna. No quería pasar por eso otra vez.
-¡Chupito!
-Deja
ya los chupitos que ya no sabemos ni cuántos llevamos.
-Los
que hacen que beses en las mejillas, no te jode. ¡Bebe!
-Bebo,
bebo.
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